El agua de Madrid ya no sabe bien
A los madrileños nos ha gustado siempre fardar de agua. “¡La mejor del mundo!”, decíamos. Y todos los que emigraban a la capital lo confirmaban: “¡Sabe mejor que el agua embotellada!”. El agua del Canal de Isabel II era el orgullo local, y nos jactábamos de ello.
Sin embargo, hace años que no sabe igual. Los que vivimos en Madrid lo notamos, pero nos callamos, como si fuera un sacrilegio criticar el sabor de nuestro buque insignia.
Pero no hay ninguna duda. En los últimos años, el buqué del agua madrileña se ha deteriorado. Y no sólo es su sabor. Es su olor, es su color. Algo ha pasado… ¿Qué?
Más población, más contaminación
Desde el año 2000, la población en Madrid ha aumentado en un millón y medio de habitantes. Dentro de no mucho tiempo alcanzaremos los 7 millones de personas conviviendo en la Comunidad de Madrid. Y lamentablemente, cada vez contaminamos más.
La población crece, pero el agua disponible es la misma. Y es que el agua no se fabrica, no se puede crear agua. El agua no viene del espacio. El agua que hay, es el agua que hay. Así que hay que reciclarla para reutilizarla. Y en ese proceso, la calidad del agua empeora. El planeta es un 70% agua, pero según datos oficiales, sólo el 0,07% de esa agua es potable/apta para el consumo. Y a causa de la contaminación, ese porcentaje cada vez es menor.
Agua contaminada
Recientes estudios han descubierto que el agua del grifo puede contener trazas de medicamentos de uso común como el Ibuprofeno; anticonceptivos, antidepresivos e incluso drogas como la cocaína. Todo lo que las personas toman y desechan a través de la orina, llega al agua que, a pesar de ser tratada y depurada, mantiene restos de estos residuos. De hecho, las aguas residuales de los hospitales no son aptas para su depuración, debido a su alta concentración de medicamentos.
Agua tratada para ser tolerable
¿Y por qué el agua no se filtra más eficientemente, si existen sistemas para hacerlo? Pues básicamente porque no es rentable. como apenas el 2% del agua que se trata es para beber. El resto se usa para la industria, la limpieza, etc.
Así pues, los sistemas de tratamiento de agua municipales se limitan a tratar el agua para librarla de posibles virus y bacterias. En ese proceso se utiliza cloro, cloramina, sulfato de aluminio, y un sinfín de químicos que inevitablemente afectan a nuestra salud a largo plazo. Por poner un ejemplo, el 11% de los casos de cáncer de vejiga en España son atribuibles al consumo de agua del grifo.
Las cañerías, fuente de metales pesados
En su camino hacia nuestras casas, el agua recorre kilómetros de tuberías, arrastrando peligrosos metales pesados. No hay más que echar un vistazo al BOE, que refleja los criterios sanitarios en cuanto a la calidad del agua de consumo humano establecidos según el Real Decreto 140/2003 de 7 de febrero. En él se reflejan los parámetros máximos de metales que puede contener el agua que bebemos: cadmio, plomo, aldrín, dieldrín, arsénico, boro, cobre, cianuro… Una bomba para nuestros riñones, un peligro para nuestro organismo.
Catando Agua
El gran Mikel López Iturriaga, excelente crítico gastronómico que colabora en el diario El País, publicó en 2019 en su sección El Comidista un video de una cata de aguas del grifo. Uno de los pacos catadores de agua de España, Faustino Muñoz, realizó una cata a ciegas de agua del grifo de las 10 ciudades más pobladas de España. ¿Y qué nota le puso al agua de Madrid? Un cero patatero, debido a sus partículas en suspensión, y a su sabor a “piscina, estanque, sabor a rana”.
Al final va a ser verdad. El agua de Madrid ya no es lo que era.